Estimados lectores de este su blog:
Estoy orgulloso de dirigirme a Vds. hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad creativa en la historia de nuestro país.
Hace tres años, el que les habla, cuyo atractivo físico deslumbra más que apuntar con una linterna a la frente de Carlos Núñez, comenzó la escritura de «Gromland», este su blog de todos Vds. Este trascendental hecho (llámenlo «trascendental», llámenlo «anécdotico», llámenlo de 8:00 a 11:00) significó un gran rayo de luz y de esperanza para millones de bloggers, chamuscados por los perniciosos contenidos de innumerables bitácoras vacuas y superficiales (y por la radiación del monitor, que se dejan las córneas viendo pornografía y vídeos de gatos imitando a Jesús Hermida, y luego creen que Concha García Campoy está buenísima…). Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de estulticia. Pero, tres años después, el blogger aún no es libre; tres años después, la vida del blogger se reduce tristemente a leer páginas donde aprende a calcetar tapetes de elefantes o a ver vídeos de gatos imitando a Jordi Hurtado imitando a Jesús Hermida, o directamente a ser comentarista de «Foro Coches»; tres años después, el blogger vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de propiedad intelectual; tres años después, el blogger todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra… Er… bueno, sigan leyendo.
Por eso, hoy he venido aquí a explicarles el porqué de este trágico abandono para con su desarrollo intelectual – bueno, en realidad no «he venido» a ninguna parte porque estoy en mi casa, escribiendo esto comodamente sentado encima de una caja de leche Pascual (no sé dónde demonios habré metido la silla. ¿A que la he vuelto a meter en la lavadora…?) -. En cierto sentido, me acerco a la tranquilidad de sus hogares a devolver un cheque. Cuando «Gromland» comenzó su andadura, firmé un pagaré del que todo blogger (humano o estadounidense) habría de ser heredero. Este documento (que estaba en times new roman con negrita pero sin cursiva) era la promesa de que a todos/as los/as hombres/as les serían garantizados los inalienables derechos al conocimiento, la diversión y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día que he incumplido ese pagaré en lo que concierne a la regularidad en mis textos (de la calidad, ya ni hablo). En lugar de honrar esta sagrada obligación, les he endilgado, como si de un imputado de la trama Gürtel o un político del PP en general se tratara, un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de «posts insuficientes». (…) Por eso he venido a devolver este cheque; el cheque que les permitirá buscar otros líderes espirituales más regulares que yo, más concisos y breves y, desde luego, más bajitos.
(…)
Sé que algunos de Vds. han venido hasta aquí para conocer el final de una trama que nunca debió haberse iniciado: quién acabó con las vidas de la Srta. Montana Amberhoney y del pequeño Tim; qué ocurrirá con el becario Mistetas o con el fidelísimo Sparky; cómo escapará la peculiar familia gromiana del acoso de los servicios secretos; cuándo la Sra. Matilde Pereira Sánchez-Padilla descubrirá que es lesbiana… Y lo que es más importante: porqué todos los títulos de «Gromland» no tenían absolutamente nada que ver con el contenido del post. Algunos han llegado en busca de la carcajada estentórea, del retruecano verbal, de la sonrisa amable. Otros de Vds. directamente por buscar en el google «tetas Carmen Porter». Unos y otros (más los primeros, para qué nos vamos a engañar) tienen todo mi agradecimiento y cariño. Su fidelidad era el motor que ponía en marcha los engranajes de mi imaginación, la savia que recorría las ramas de mis fabulaciones, la patada en la espalda a esa ancina que no se atreve a subirse a unas escaleras mecánicas.
Pero día a día uno se encuentra con terribles compañeros de viaje. ¿Se han encontrado alguna vez, haciendo un largo trayecto en tren, con algún compañero de compartimento que se pone a comer naranjas masticando ruidosamente, mientras tira las cáscaras al suelo; y luego recoge las cáscaras y les prende fuego, y se unta las cenizas por la cara al grito de «¡Maribel, te odio, hija de puta!»; y luego coge un bolígrafo Bic de punta fina y se arranca los ojos al tiempo que canta «Arriba con el tirolirolí» de la Orquesta radio Topolino? ¿En serio se lo han encontrado? ¿¡Y no llamaron al revisor para que lo detuviera, insensibles!?
Bien, pues algo parecido a mí no me ha ocurrido en la vida, por suerte (miento: lo de las naranjas, sí). Pero sí que los ánimos con los que afrontaba cada nueva entrada de este su blog se han ido apagando cual señal analógica. Por un lado, estaba mi compromiso para con todos mis fieles lectoseguidores – con los siete -; por otro, la búsqueda de nuevos proyectos que me permitiera crecer como persona, aunque sólo fuera un par de centímetros. Desgraciadamente, las cosas no han ido como yo esperaba – nadie está dispuesto a comprarme mi novela inédita por doce millones de euros, y eso que tiene dibujitos -, y mi humor ha ido cayendo en barrena como la ética en Telecinco. Cada vez que me planteaba iniciar un nuevo post, lo único que se me venía a la mente eran imágenes tristes, negras, cansadas… Y para escribir sobre los supervivientes del Katrina, pues se ven Vds. «Treme», de la HBO, y algo que salen ganando.
Muchos de Vds. se estarán preguntando a qué viene justificarme por el cierre de «Gromland». «¡Qué egocéntrico!», – dirán algunos – «como si creyera que sin este blog no voy a poder conciliar el sueño». «¡Qué quejicoso!», exclamarán otros, «como si fuera el único que tuviera problemas». «¡Qué ofertón!», aullarán los terceros, «lomos largos de bacalao salado Outón, a 9,99 el kilo!».
Creo que les debo este post por toda la compañía que me han hecho con sus siempre inteligentes y divertidos comentarios a lo largo de estos tres años; con su impersonal presencia a través de unas estadísticas que (tiene cojones!) han ido creciendo conforme se acercaba el final de esta bitácora – sólo un descerebrado como yo puede clausurar un blog cuando tiene más visitas que nunca -; con sus ingresos anónimos en mi cuenta secreta en Suiza…
Pero hoy les digo a Vds., estimados lectoamigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño «humano».
Sueño que un día mis proyectos se levantarán y algún incauto productor me dará el dinero para poder rodar el remake de «Don erre que erre» con Bruce Willis.
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia o en algún sitio que quede más cerca – para no tener que coger el coche, vamos -, podré quedar con algunos de Vds., y reír y hablar y comer y nos podamos sentar juntos a la mesa de la hermandad (que es un asador baratísimo, que ponen unas chuletas de culturista que quitan el sentido… literalmente).
Sueño que un día, incluso en Santiago de Compostela, una ciudad donde la lluvia es arte, escampe un poco, que con tanta agua me está entrando complejo de rana Gustavo.
Sueño que el pequeño Niño Estrella vivirá un día en un país en el que Jesús Neira nunca habría despertado del coma.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y eso será porque habrá habido un terremoto de tres pares de cojones que, si no, de qué iba a cambiar la orografía tan salvajemente…
¡Pero sobre todo hoy tengo un sueño que me muero, porque me acosté tardísimo y el niño ya estaba pidiendo guerra a las siete de la mañana!
Gracias, queridos Insustancial, Sar, Pippin, Manu, Ruth y Jos, Escrito Por, Noel, Dr. Zito, Mario (allá dónde estés), Rebeca, Diana, Ángela, Antonio Rico, Edu Galán, Carlos Clavijo, PJTena, Prol, Theo, Javi Guerrero, Sonoio, Tío Vania, Jordim, Cerilla, Sergio, y tantos otros que espero me disculpen por no nombrarlos expresamente, por los buenos ratos que hemos pasado juntos.
Y en especial, a August Herold Meyer y Dr. Frusna, por enseñarme que las deudas de dinero se pueden arreglar comiendo galletas de perro y que los bombones caducados son fuente inagotable de risas.
Y, por supuesto, a mi Bella Esposa y al pequeño Niño Estrella, que lo son TODO.
No crean que esto es un punto final.
ÉSTE sí lo es