«¡Me llamo Juan Luis, guarra!»

Estimados lectores de este su blog, les habla su ligeramente chamuscado anfitrión Grom el Único. Antes de nada, me gustaría  escribir algo alto y claro a raíz de lo ocurrido en los últimos días: no me gustan las paradojas temporales (ni las acelgas ni cantar, pero ese es otro tema), y menos aún saber que los miembros de «Gromland» nos hallamos inmersos de lleno en una de ellas. Lo cierto es que, pese a mi verbo rápido y florido, mi más que notable inteligencia y mi asombrosa capacidad para tocarme las orejas con los codos – con los codos de otra persona, por supuesto -, nunca he podido entender el concepto por el que un suceso que tendrá lugar en el futuro pueda afectar al presente que, a su vez, influye nuevamente en el devenir de los acontecimientos. Como ejemplo decirles que el propio director de «Los Cronocrímenes», Nacho Vigalondo, tuvo que explicarme personalmente su película durante un par de semanas para encontrarle algún sentido (una persona maravillosa este Vigalondo, por cierto, que ni nos denunció ni nada por el secuestro). Por tanto, el saber que la publicación de un post puede generar la apertura de un expediente del C.N.I. a fin de localizarnos y que encontrar dicho expediente genere la publicación del citado post me resulta más difícil de entender que ver Carmen Lomana trabajando en un comedor social como servilletero. Pero bueno, como se suele decir, «esto es lo que hay»; y la vida sigue, sin que podamos hacer otra cosa que esperar que el siguiente día sea mejor que el anterior o, cuando menos, que no llueva azufre. 

Para los amantes de los cotilleos y de la prensa rosa, decirles que estar casado con la mujer más maravillosa del mundo es una tranquilidad si por un error de cálculo nimio y superfluo vuelas la casa y parte del edificio mediante una explosión nuclear. Mi fidelísimo Sparky y yo intentamos por todos los medios arreglar el desaguisado (porque explotó la cocina; de haber volado el baño, hablaríamos de un desaseado), poniendo unos cartones a modo de pared. Pero la sutil perspicacia de mi Bella Esposa echó por tierra nuestros planes… y los cartones cuando intentó colgar el abrigo del perchero que teníamos en la pared del salón. Como me niego a dar malas noticias – y más aún si me hacen quedar como un imbécil -, le expliqué que habíamos decidido tirar los tabiques para sanear (signifique lo que signifique eso) y anexionar la cocina con el dormitorio del niño. No había contado yo con el hecho de que mi Bella Esposa sea asidua lectora del «Gromland», y toda nuestra pantomima fue descubierta cuando leyó el post de Sparky explicándolo todo. De todos modos, me perdonó con una de sus dulces sonrisas justo después de revolverme el pelo con un candelabro de plomo.

En estos momentos les escribo desde la casa de unos vecinos que, amablemente, han atendido a nuestras amenazas. La convivencia está resultando un poco difícil, acostumbrados como estábamos a tener una gran casa que no oliera a coliflor; pero poco a poco nos iremos habituando a tener a dos ancianos maniatados en la terraza. Lo que me llega a preocupar un poco más es el hecho de que, supuestamente, este su blog vaya a desaparecer el próximo 23 de Abril. Supongo que el abrupto final tenga que ver con la implacable persecución a la que nos veremos sometidos por parte del servicio secreto, tal y como decían el expediente «Proyecto Gromland» del C.N.I., y no porque vayamos a quedarnos sin tinta con la que escribir los posts. En mi condición de lider, estoy intentando insuflar algo de energía positiva a la plantilla – con resultados bastante tristes, la verdad: me equivoqué al pensar que los globos rosas en forma de perro alegrarían a todo el mundo – De modo que por aquí los ánimos están bastante alicaídos, menos los del adorable Niño Estrella que, como le están saliendo los dientes, están alibabados. Como soy de los que pienso que no hay mejor manera de seguir adelante que el trabajo de los demás, les traemos una nueva, y primera, entrega de los «Siloquísimos Gromianos» de nuestra colaboradora la Srta. Montana Amberhoney – nos explicó el porqué hasta el día de hoy no hubiera aportado texto alguno, pero me temo que soy incapaz de entender a alguien que tiene medio pollo asado en la boca mientras habla -.

Diagrama que explica de manera clara y sencilla lo ocurrido con «Gromland»

«Muy buenas tardes a todos, señoras y señores, y a ti también, Luciano, que sé que estás leyendo esto pese a la orden de alejamiento. Días atrás, Esperanza Aguirre, la Dama de Acero Inoxidable de la Comunidad de Madrid, se ha referido a un compañero de partido con el apelativo de «hijoputa». Como no creo que lo hiciera en tono cariñoso – aunque viendo las maneras de dominatrix que gasta la presidentesa, quien sabe -, me he planteado cuál es el motivo de que la gente de derechas tenga en ocasiones semejantes salidas de tono. Y la respuesta no puede ser más evidente: la culpa es de los cantantes sudamericanos, por supuesto.

Los simpatizantes de la derecha más recalcitrante gustan de «mover el esqueleto», como ellos mismos dicen, escuchando a los artistas «de toda la vida» (de la suya, aclaro): años y años de guateques en garajes infestados de residuos de monóxido de carbono han ido minando su cerebro hasta convertirlo en una papurria permeable a cualquier estimulo sonoro. ¿No me creen? Bien, allá Vds. Es más, les mandaría ahora mismo a hacer puñetas si no fuera porque me pagan por palabra escrita, a poder ser correctamente y que no se repita más de doce veces en una frase. Así que les pondré un ejemplo:

¿No han escuchado Vds. nunca la expresión «No, si yo tengo muchísimos amigos homosexuales…»? Generalmente, esa frase ha sido predecida de aseveraciones como «Pues yo no creo que los gays deban casarse/adoptar/salir a la calle a comprar el pan…». El emisor de dicha oración – suele tratarse de gente muy creyente – intenta justificar sus restricciones en materia de derechos civiles apelando a un heterogéneo círculo social (formado, además de por los gays, por obispos, militares trasnochados y señoritas con nombres como «Amanda» o «Jennifer» que aceptan la VISA). Este razonamiento cuenta con la ventaja de que puede ser aplicado a cualquier elemento social: «No, si yo tengo muchísimos amigos negros»; «No, si yo tengo muchísimos amigos pobres»; «No, si yo tengo muchísimos amigos catalanes»… Y es a través de esa supuesta relación de amistad en la que basan sus aseveraciones, habitualmente, nada favorables para sus allegados y conocidos.

El axioma «como yo tengo amigos del entorno X, puedo privarles de sus derechos o incluso venderlos como mesa camilla, si quiero», además de erróneo, es una gilipollez como un templo, porque no hace falta conocer a alguien para ponerlo a parir – cuántas mujeres solteras embarazadas hay gracias a una despedida de soltera que se salió de madre, por ejemplo -. ¿Y de dónde surge esta absurda argumentación de la amistad como base para la ignominia calumniosa? Del brasileño Roberto Carlos. No me refiero al futbolista que parecía un conguito con columnas de Corintio en vez de piernas, sino a su paisano cantante: este hombre, que debía ser perseguido sin cuartel por la Sociedad Protectora de Animales – tener un gato que esté triste es factible, pero si está azul, o pertenece a Pandora o sufre una pancreatitis de caballo pero para gatos -, mostrando un egocentrismo realmente exagerado, destrozó los oídos de los setenteros con el tema «Un millón de amigos«. La letra es de lo más reveladora:

«Yo quiero tener un millón de amigos

y así más fuerte poder cantar»

Esto es: «como tengo los suficientes amigos como para reventar el Facebook siete veces, estoy legitimado para decir las mayores burradas («cantar más fuerte» = «berrear») que se me pasen por la cabeza».

Pero éste no es el único ejemplo en que la malinterpretación de los señores que llevan traje hasta en la ducha les permite dar rienda suelta a sus desvaríos: Los Panchos, en apariencia pacíficos (lógico que con ese nombre estén tranquilos), han alentado la utilización de otro de los argumentos más ridículos a favor de la pena de muerte. ¿Alguna vez le han escupido – este razonamiento no se verbaliza, se esputa -, al discutir sobre la pena capital, «Ah, y si coge un tipo y mata a tu familia, ¿tú que haces?». ¿Creen que esta frase ha surgido de manera racional (entiéndanme…)? ¿O no será que es la consecuencia directa de estar escuchando de manera reiterada el tema «Si tú me dices ven«, de los citados que, viendo el daño producido, se quedan tan panchos?

Y por no hablar de la manera de rematar una discusión, sobre el mismo tema, de los A.P.B. (Amigos del Pollo en la Bandera): «¡Pues ojala a tu familia le pase algo!». Sí, sí, la culpa es de quien Vds. están pensando: del maldito Juan Luis Guerra y su «Ójala que llueva café en el campo«. Años y años de acoso cerebral resultan demoledores para las cuatro neuronas que tiene esta gente.

Así que ya saben: si no queremos que nuestros jóvenes y nuestras jovenas acaben comportándose como dictadores de todo a 100, sereá mejor que piensen la manera de acabar con todos los cantantes sudamericanos, a poder ser de manera violenta a la par que divertida. Es eso o la improbable opción de conseguir que los chavales estudien… Buenos días. Les dejo con música en absoluto dañina y más que recomendable»:

ACTUALIZACIÓN: Estimados lectores de este su blog, espero que hayan disfrutado los estúpidos desvaríos de nuestra inmensa (en lo que a masa corporal se refiere) colaboradora. No obstante, nos gustaría hacer un llamamiento a la comunidad internáutica: la Srta. Amberhoney debería haber pasado por la redacción esta mañana a recoger sus honorarios; sin embargo, todavía no ha llegado y estamos un poco molestos (no saben Vds. cómo huelen doscientos kilos de pescado crudo). Agradeceríamos a todo aquél que la viera – que tampoco es muy difícil, se pusiera en contacto con nosotros: andamos ligeramente preocupados desde que hemos recibido un paquete con su cabeza amputada y la nota «COMO EN CASA, EN NINGUNA PARTE, TENIENTE GROM»…

(Continuará…)