Fotografía fusilada directamente a la estimada (me informan) Deprofundis de su apasionante blog «Doraemon por el mundo»
Estimados lectores de este su blog: tras las explicaciones dadas a través del documento posteado dos días atrás, considero que quedan pocas cosas que añadir respecto a mi verdadera naturaleza (reservo para mi íntima esfera privada lo de embadurnarme las zapatillas de deporte con Nocilla y semillas de sésamo street). No saben Vds. hasta qué punto Sparky y yo nos hemos jugado la vida para poder obsequiarles con dicho informe – al abrir la carpeta de «Mis cositas», el fiel Sparky recibió inexplicablemente tal descarga eléctrica que lo ha situado en una difusa zona física entre el orangután y el gusiluz; maldita Telefónica! -. Mas el riesgo ha merecido la pena, sobre todo a la vista de que el riesgo lo ha corrido Sparky (no sé, lleva un par de días comportándose de una manera extraña, actuando con recelo, exhibiendo una suspicacia impropia de él… Como siga así, voy a tener que caparlo). Con la satisfacción de las promesas cumplidas, como si fuera un político con trastorno bipolar, paso a comentarles un nuevo problema en mi ya de por sí agitada, no revuelta, vida:
Si son Vds. seguidores de este su blog, sabrán que mis superiores habían quedado minimamente satisfechos con los resultados obtenidos por Gromland en la convocatoria «20Blogs» («dos votos son muchos votos», les dije; «ya, pero es que el ganador tiene 48». «Minucias», contesté ligeramente nervioso, «¿qué son 46 votos hoy en día?». «Pues en Florida y si te llamas George W. Bush, la posibilidad de invadir un país por la jeta», replicaron con un tonillo de retintín en la voz y en la parte posterior de la cabeza). Pero evidentemente, no de dos votos vive el hombre, y aún menos los guerreros dhlafrraw que desean conquistar un planeta entero; así que la calma y la tranquilidad con las que he podido vivir estos días se ha roto con el nuevo correo electrónico recibido esta mañana: el Consejo Supremo me insta a realizar nuevas actividades que difundan nuestro mensaje de terror, pánico y melancólico ánimo a la raza humana (y también a la estadounidense: no se crean que, por haber alzado a ese híbrido entre Denzel Washington y Steve Urkel a lo más alto de su Gobierno, les ha hecho subir un escalafón en la pirámide socionatural; siguen siendo fast food). Así que tras tomarme treinta y ocho cafés ya he conseguido algo: parezco Linda Blair en «El exorcista«, pero con los pelos revueltos. Deambulando con mi camisón de raso satén por toda la casa, me devano los sesos (que dudo que tenga) intentando buscar una propuesta que acalle las expectativas de mis superiores; y eso que les he mostrado las variadas menciones que de manera altruista se han hecho de este su blog en otras bitácoras – además de la del estimado Señor Insustancial en la interesante mansión del estimado Antonio Rico, se unen las de las estimadas RuBiA-sAn (que llega a calificar a Gromland como «famoso blog por sus tiras cómicas«; ay, los jóvenes y sus drogas!) y Kampanilla…
(Nota de la Dirección: este momento de egocentrismo incontrolado esta patrocinado por «Grúas Ángel Llácer, S.L.»)
¿Comentar los últimos estrenos cinematográficos? Absurdo; ya hay otros vecinos – a los que pueden acceder a través del blogroll situado a su espalda – que lo hacen mucho mejor que yo, y sin faltas ortográficas ni manchas de chorizo en los bordes, además. ¿Hacer una revisión antropológica de la cultura de antaño? Idem de idem – no seré yo quien tenga los santificados testículos de competir con Lord Absence, por ejemplo. ¿Crear una página web para analizar el último grito en moda canina? Ya está hecho. Sparky, sin embargo, siempre servicial (más aún desde que ha leído que puede acabar como Farinelli il castratto), apunta la posibilidad de que, a fin de alcanzar un mayor número de lectores inteligentes – e incluso algún que otro espectador de «Está pasando»- postée un género que está ultimamente muy de moda en la web 2.0: la crítica cultural. La idea no me desagradaría si no fuera porque mi capacidad de crítica es similar a la de una llave inglesa adolescente. «No se preocupe, amo», me responde, mientras pasa la aspiradora sobre el Picasso que tenemos puesto bajo la mesa del comedor para que no baile (la mesa, no el cuadro). «Tome algún tema innovador y arriesgado, y todo irá sobre ruedas: su mensaje de ira y desolación llegará a todo el mundo». Desconfiando de que realmente el mensaje alcance su destino universal – por ejemplo, me consta que, por un estúpido malentendido en un video-club, la cantante islandesa Björk va a poniéndome a parir (no literalmente, por supuesto) por todas las tascas de mala muerte que visita en el Alto Aragón; ¿yo qué coño sabía que tenía tantas ganas de ver «Esta abuela es un peligro 2»? -, pero seducido por las palabras «innovación» y «riesgo» y «Angelina Jolie», que si bien Sparky no pronunció me seducen igual, decidí hacerle caso, diseccionando alguna obra literaria impactante. Pero segundo problema…
Ya saben que la lectura no es lo mío (ni el comer cucarachas asadas, pero ése es otro tema); así que debí rebuscar entre mi basta biblioteca algún ejemplar que se ajuste a mis capacidades. Tras un largo examen que me llevó toda la mañana (ocho libros son muchos libros, aquí y en la China Popular), por fin encontré el volumen que se ajustaba perfectamente a mi objetivo. Así que comienzo mi profundo análisis de:
«El prospecto del ungüento antihemorroidal Hemoal»,
por Elías Sátrapa
(Ed. Combe Europa; 2.006)
Al acabar esta minimalista obra, uno se pregunta cuál es el motivo de que Sátrapa (Sabiñaniego, 1.981) haya vuelto de nuevo a sus temas recurrentes: el dolor como manifestación directa del stress urbano, la sangre como imágen metafórica del amor perdido… El autor ya había abordado el concepto «dolor», en la línea de manifestación de procesos gripales y resfriado común, en su primer trabajo, el ballardiano «El prospecto de los comprimidos efervescentes Frenadol» (Ed. McNeill Ibérica, S.L.U.; 2.003); en aquella ocasión, la crítica del mundo entero se rindió de pies, manos y lóbulo central ante la valentía de Sátrapa al arrojar sobre el tapete social elementos como «la clorfenamina» (la revista «Qué leer» reseñó en su momento que el capítulo titulado «posología y modo de empleo» se halla a la altura del mejor Stendhal cuando estaba sobrio) o «la tos acompañada de expectoración». Su lectura hacía presagiar la aparición de un Grand de les Lettres, contrario a los dictados de la corriente conservadora y comercial que había abierto «El prospecto de la Aspirina Bayer» , otro best-seller de Hilario Rodríguez Cuarzo. Sátrapa revolucionó a los gurús críticos y escritores coetáneos con su opera prima (Javier Marías reconoce que la frase «Raramente puede aparecer pesadillas, excitación o nerviosismo más comunes en niños y ancianos» sería el germen de su trilogía «Tu rostro mañana«; y Pérez Reverte es un redomado imbécil demagogo), y parecía que su carrera iba a adoptar unos derroteros inalcanzables en lo que a logros literarios se refería. Sin embargo, «poderoso caballero es don dinero», y Sátrapa, desconcertando a críticos y público, volvería a retomar la fórmula del éxito pero con pobres resultados en una secuela totalmente innecesaria, «El prospecto de los comprimidos efervescentes Frenadol Hot Lemon». Sus multitudinarios seguidores le darían la espalda (y alguno incluso una paliza) tras la publicación de este fallido trabajo.
Por ello, es de reconocer que Sátrapa haya dejado a un lado sus iniciables defectos (el autor, más maduro en esta ocasión, abandona la superficialidad de algunos párrafos de sus anteriores trabajos, como aquél de «No utilizar FRENADOL® comprimidos efervescentes después de la fecha de caducidad indicada en el envase»), para regalarnos una obra intensa, valiente y condensada (de ahí que algunos cronistas hayan dicho que «es la leche«).
«El prospecto del ungüento…» se divide en varios capítulos con un mismo denominador común: los desafíos para superar la bajeza humana. Si bien algunas partes no mantienen un ritmo constante y allegre (en el episodio «composición«, el segundo de la obra – de irónico título -, Sátrapa se recrea excesivamente en los detalles, dándole una innecesaria importancia a la efedrina, a quien describe como «0,2 g en una base protectora y lubricante con óxido de zinc, vaselina y alcoholes de lanolina acetilados», que recuerdan demasiado al Georges Perec de «La vida: Instrucciones de uso«), el tono general es de una vivacidad trepidante teñida de un melancolismo por lo pasado que se fue. Sus personajes viven en una constante sensación de angustia existencial («dolor, picor o escozor asociado a hemorroides y fisuras anales») cuya única salida parece ser abrazarse a una rútina dolorosa y sartriana («aplíquese el preparado por la noche, por la mañana después de cada defecación y, en general, 3 a 4 veces al día»); Sátrapa, además, pone énfasis en determinados grupos sociales que el panorama literario actual parece haber olvidado (los deportistas frente a la constante amenaza de los resultados analíticos positivos de control de dopaje), retratándoles con cierto cariño mongoloide.
No obstante, «El prospecto del ungüento…» deja abierta una puerta a la esperanza: afirma el novelista oscense que «en caso de sobredosis o ingestión accidental (…) consultar al Servicio de Información Toxicológica»; en un arrebato de brillantez, al autor señala el número de teléfono.
En definitiva, una obra que no puede faltar en nuestra biblioteca, que nos reencuentra con el mejor Sátrapa incisivo y que entra sin cortapisas ni delicadeza en el fondo del asunto. No me resisto, por último, a citar aquí la frase final de la obra que resume a la perfección el mensaje oculto en cada uno de sus capítulos: «Sin receta médica».
Reseñar que la adaptación cinematográfica de «El prospecto del ungüento…» no estuvo a la altura de su predecesora literaria (si bien obtuvo gran éxito de público):