solbesEstimados lectores de este su blog: si bien mis ansias de conquistar su mundo ya han desaparecido – después de mi ya relatado enfrentamiento con el Consejo Superior de Sabios Dhlafrraw -, acabo de descubrir que todo el arsenal de espionaje que tenía repartido aquí y allá (iba a poner un tostador micrófono acullá, pero me salía de la zona del abono transporte) sigue en su sitio. Dados los excesivos costes de mudanza y desplazamiento a Tierra Meiga así como la obligación de pagarle una indemnización al gaditano Conjunto de Chirigotas «Ludwig Wittgenstein y los Tractatus salerosos» – no comprendo porqué el Juez no consideró la frase «valiente puta mierda que hacéis» como una crítica constructiva -, nuestros recursos financieros están menguando más rapidamente que las neuronas de Belén Esteban; de ahí que nuestro fidelísimo ayudante Sparky, a la sazón contable a tiempo parcial (y reponedor en el Corte Ingles en sus horas libres), me haya convencido de que debíamos recuperar todo el material y venderlo en el mercado negro. Como la Sra. Matilde parece haber instalado un campamento base en el rellano de nuestra escalera, he decidido enviar al becario Mistetas a tal recolectora misión – el porqué no deseo que nuestra vecina (que parece salida del reparto de «Cristal Oscuro») y el chihuahua no se vean mucho, lo explicaré… cuando sea necesario -. El hecho es una planta de hojas grandes, usualmente pinadas, con prefoliación circinada; y después de esta explicación medioambiental, les diré que nuestro canino esclav… becario nos ha comunicado un descubrimiento impresionante: cuando se encontraba en el M.E.H. (siglas del Ministerio de Economía y Hacienda; o «Menudos Embusteros Hijosputa», según los oyentes de la COPE), concretamente en el despacho del propio Ministro Pedro Solbes, desmontando uno de los sistemas de escucha más avanzados del mundo, se percató que aquél entraba en la habitación con su agilidad habitual. Solbes – que, cual Obélix, se cayó de pequeño en una marmita llena de Trankimazines – se sentó en su sillón forrado de oro, perlas, rubíes y pegatinas de «plátano de Canarias» y mantuvo una conversación telefónica con César Antonio Molina, titular de la cartera de Cultura (una marrón, muy chiquitita). Mistetas soltó de inmediato el envase vacío de yogurt  y corrió como pudo a esconderse tras una montaña de billetes de 500 euros que había en la estancia. Allí parapetado, escuchó la conversación entre ambos hombres – más concretamente, oyó lo que decía Solbes en un idioma muy parecido al pársel – y acto seguido nos envió el insólito descubrimiento a través de Fax, nuestra paloma mensajera…

Antes de revelarle qué fue lo que escuchó Mistetas, permítanme explicarles un concepto bien conocido en el mundo catódico-televisivo pero que, por alguna extraña razón, no viene incluido en el temario de «Educación para la ciudadanía»: el clip-show.

El clip-show no es, como su nombre podría indicar, un espectáculo hecho por material de oficina, sino el término con que se denomina al episodio de series de televisión que consiste principalmente en extractos de anteriores episodios. Sparky los denomina el episodio «¿Te acuerdas cuando…?», y seguro que Vds., estimados lectores, los habrán tenido que sufrir en más de una ocasión, por regla general, en las sit-com (o comedias de situación; no confundir con las «shit.com», como Mobuzz, por ejemplo). El esquema habitual suele ser el que sigue: una mínima trama en el que los personajes principales de la serie utilizan cualquier excusa para recordar algo que les haya pasado para, acto seguido y por medio de un «fake-flash-back» (fnac), mostrar secuencias ya exhibidas y rodadas con anterioridad – suele ser habitual que las series de televisión exhiban algo que se ha rodado antes -.

Hay múltiples ejemplos, que se pueden dividir en tres categorías (vamos, yo lo he hecho y no me ha pasado nada):

1.- El clip-show «¿Qué me pasa, doctor?»: uno de los personajes principales de la serie se encuentra en el hospital, bien porque ha recibido un balazo, bien porque le explota una cerveza que se ha agitado más que las caderas de Shakira en pleno ataque epiléptico: el primero de los ejemplos sería el capítulo 23 de la Segunda Temporada del «Equipo A» – ya saben, la serie de aquellos renegados del ejército que se dedicaban a ayudar a gente necesitada con el espíritu de McGyver e incapaces de herir a nadie por mucho balazo que tiraran a diestro y siniestro -, titulado «Recuerdos de un amigo»; el amigo en cuestión sería el psicótico piloto Murdock quien, en un acto de valentía y demostrando que está como una regadera, se mete en la trayectoria de una bala con resultado de coma. Sus amigos – el del puro, el negraco que parece un muestrario de bisutería y el guapito con hombreras – recuerdan a los pies de la camilla los buenos momentos que han pasado con él…

El segundo de los ejemplos: Homer Simpson, el filósofo estrella de finales de siglo pasado en «Éste Es El Resultado: Retrospectiva De Los Simpson», (Cuarta temporada episodio 17). La familia con problemas hepáticos más divertida – después de los Griffin – recuerda a los pies de la camilla, again, sus vivencias con Homer, hasta que éste despierta y para demostrar su buena salud intenta estrangular a su hijo Bart. ¡Viva la familia unida!

Otra variación de la opción sanitaria es la de Tim Allen, uno de los actores cómicos más desagradables del mundo (no, no te sirve haber doblado a Buzz Lightyear, Tim!): en «Tool Time After Dark» – Temp. 4ª Cap. 22 – de su serie «Un chapuzas en casa», se levanta acuciado por dolores de estómago – una ulcera provocada por los guiones, supongo – y se pone a ver en la tele… su propio programa «Tool Time». Metalenguaje catódico de saldo, que le llaman.

timallen2

¿Adivinan qué haría yo con el martillo?

2.- El clip-show «Chupémonos las p…»: La misma «Un chapuzas en casa» tuvo su propio especial donde Tim Alien y el resto del reparto recordaron los mejores extractos de la serie (curiosamente, este programa se emitió en 2.003… cuatro años más tarde de que se cancelara la serie; se ve que les costó encontrar lo mejor). De igual modo, el actor Jerry Seinfeld hizo lo mismo con motivo del episodio nº 100 de la fantástica serie «Seinfeld» (las cosas como son, no se rompieron los huevos buscando el título). Una parodia de este formato fue utilizada por los citados Simpson en «El espectacular 138º episodio» (Temp. 7ª Cap. 10), donde el ficticio actor Troy McLure ejercía como anfitrión ficticio de un especial sobre los ficticios habitantes más carismáticos del ficticio Springfield… y esto es verdad.

[Por cierto, arriba donde pone «p…», debería poner «pollas»].

3.- El clip-show «Soy más raro que un perro verde»: En el episodio 22 de su quinta temporada – «Mi Déjà Vu, Mi Déjà Vu» – , la serie «Scrubs» (o cómo conseguir que una serie realmente divertida pierda fuelle a cada temporada que pasa) tuvo su propio episodio recopilatorio; sin embargo, lo curioso es que la repetición de escenas, chistes y acciones fueron rodadas de nuevo por Zach Braff (el patoso Doctor Dorian) y sus psicotrónicos colegas. Curiosamente, las repeticiones de chistes son bastante más habituales de lo que parece en las series de televisión y se suelen llamar «plagios». Otra variante del «Soy más raro…» clip-show es el que tuvo lugar en el episodio «Historia de una vasija de barro» (Temp. 11ª Cap. 22) de esa genialidad llamada «Frasier«, donde se mostraban escenas nuevas pero de temporadas anteriores, luciendo el reparto habitual la ropa, peinados y formas de hablar de dichas temporadas previas; algo así como rodar mediante el método de los descartes.

¿Cúal es el motivo de emitir los «clip-shows»? Uno de ellos el refrescarle la memoria al espectador si la trama es ligeramente complicada (por ejemplo, «Lost» lleva nueve clip-shows; lógico, por otro lado: conozco personas que han acabado ingresadas en un psiquiátrico por intentar ver un episodio de la cuarta temporada habiéndose perdido – ¿lo pillan? – el anterior). Otra de las razones es darle un «regalito» al fiel telespectador con una recopilación de los mejores momentos al final de cada temporada – los seis de «Friends» (seis clip shows, quiero decir) -… A mi modo de ver, todo tiene una razón mucho más prosaica: los productores – que suelen ser personas con un exquisito gusto televisivo y que bajo ningún concepto actúan movidos por la audiencia o el dinero -, de vez en cuando llevan a la plantilla de guionistas a comer a algún selecto restaurante (de exóticos nombres como «Asador Las Brasas«, «Chez Venancio» o «La Boutique de la Grasa«) con la vana esperanza de que alguno de ellos fallezca por un subidón de colesterol y, de ese modo, ahorrarse los costes del despido. Obviamente, los plumillas creativos están acostumbrados a alimentarse de algo parecido al bocadillo de chopped pero con sabor a fotocopia; de ahí que se lancen, famélicos míos, a la ingesta salvaje y desmedida. Fallezca alguno de ellos o no, lo que está claro es que el estómago de los supervivientes, en absoluto acostumbrado a la comida solida, pide un descanso y surge una especie de epidemia gastronterítica. Resultado: los lavabos más llenos que el metro en hora punta y los guiones rellenos de escenas ya grabadas…

Y después de esta mínima introducción, retomo el principio del post para desvelar – una vez que ya conocen el concepto «clip show», sus categorías y el asco que me da Tim Allen – qué maquiavélica maniobra pretende llevar a cabo el único Ministro que se mueve en slow-motion para acabar con la crisis. Pues bien: dado que, en este momento, el fantasma de la deflación recorre España – montado en bicicleta, que no le da para comprar un coche -; que la deflación surge como consecuencia del menor consumo de los ciudadanos; que los ciudadanos consumen menos porque están acongojados por la situación económica; que si aquéllos fueran más felices, consumirían por tanto más y más alegremente; y que como «cualquier tiempo pasado fue mejor»…

Pedro Solbés pretende aprobar un Decreto Ley por el que los españoles tengan que hacer un clip-show en sus vidas cada semana.

Para ello ha orquestado con Molina – recuerdan el titular de la cartera de Cultura, marrón y chiquitita (donde lleva el dinero para ayudas al cine español) – una campaña nacional por la que los estudiantes de arpa del conservatorio se acercarán a los domicilios patrios a la hora de facilitar los flash-backs, haciendo sonar sus instrumentos y metiendo en situación a las familias para la recreación de escenas pasadas. «De este modo, matamos dos pájaros de un tiro, Cesarantoñito – explicaba Solbes -: le damos trabajo a todos esos músicos muertos de hambre y llevamos la felicidad a los cabrones de los ciudadanos, a ver si se les pasa la tontería, y gastan, gastan, GASTAN!! JAJAJAJAJAJAJAJA!!!». Y acto seguido cayó inconsciente (supone Mistetas que por el esfuerzo de mover la mandíbula en la carcajada).

El resto de partidos en la oposición – una vez que la noticia fue filtrada por Mistetas gracias al absurdo descuido de desvelar los planes ministeriales – no se ha hecho esperar: la portavoz del PP, Soraya Saenz de Santamaría, le comentó a nuestro intrépido espía canino, mientras se hallaba recostada sobre una chaise-longue, ataviada con un picardías de encaje negro, que «Mucho socialismo, mucho Capital de Marx, pero la idea de imitar a Harpo me parece más bien propia de Groucho, chico»; Josu Erkoreka, portavoz del PNV en el Congreso, se opone firmemente a la idea, argumentando que no se deberían utilizar arpas sino txalapartas (instrumento mucho más armónico con la situación); y Gaspar Llamazares, de IU, no pudo declarar nada porque sus compañeros del hemiciclo lo encerraron amordazado en uno de los baños del Congreso. Por hacer una coña, dicen…

Seguiremos informando, estimados lectoseguidores de este su blog.